En patología, el término "blastos" se refiere a células inmaduras en las primeras etapas de su desarrollo hacia células maduras. Estas células se encuentran típicamente en la médula ósea, lo cual forma parte del proceso normal de formación de células sanguíneas conocido como hematopoyesis. Los blastos pueden convertirse en varios tipos de células sanguíneas, como las células rojas de la sangre, glóbulos blancos y plaquetas, dependiendo del linaje específico al que pertenecen. Por ejemplo, los mieloblastos madurarán y se convertirán en glóbulos blancos del linaje mieloide (como neutrófilos y monocitos). Al mismo tiempo, los linfoblastos se desarrollarán en linfocitos, un tipo de glóbulo blanco implicado en la respuesta inmunitaria.
La función principal de los blastos es servir como células precursoras que se diferenciarán y madurarán en diversos tipos de células sanguíneas especializadas. Este proceso está estrechamente regulado para mantener un equilibrio entre los diferentes tipos de células sanguíneas que el cuerpo necesita para funcionar correctamente. Los blastos experimentan una serie de divisiones y etapas de diferenciación bajo la influencia de diversos factores de crecimiento y señales.
Los blastos se encuentran normalmente en la médula ósea, el tejido blando y esponjoso del interior de los huesos. La médula ósea es el principal lugar de producción de nuevas células sanguíneas a lo largo de la vida. Una pequeña cantidad de estas células también suele estar presente en el torrente sanguíneo; sin embargo, suelen encontrarse en cantidades muy bajas, lo que refleja el equilibrio entre la producción de células sanguíneas y las necesidades del organismo.
Cuando un tipo de cáncer está compuesto de blastos, el tumor se origina a partir de estas células precursoras inmaduras. Esto se observa a menudo en las leucemias, que son cánceres de los tejidos hematopoyéticos. Por ejemplo, leucemia mieloide aguda (AML) implica el rápido crecimiento de los mieloblastos, mientras que leucemia linfoblástica aguda (ALL) Implica la proliferación de linfoblastos.
Los cánceres compuestos por blastos son particularmente agresivos porque estas células proliferan rápidamente y no maduran hasta convertirse en células sanguíneas funcionales. Esto puede provocar diversos problemas, entre ellos: anemia (debido a la falta de glóbulos rojos maduros), mayor susceptibilidad a infecciones (debido a la falta de glóbulos blancos maduros) y problemas hemorrágicos (debido a la falta de plaquetas). Un alto número de blastos en la médula ósea o la sangre es un sello distintivo de estas leucemias agudas y un factor crucial en el diagnóstico y la planificación del tratamiento.